Esta pintura de Herbert James Draper representa a Ícaro muerto rodeado de ninfas lamentándose. Este uso del cuerpo masculino como vehículo para la proyección de la emoción subjetiva es una característica de la pintura y escultura victoriana tardía. Draper aplicó efectos líquidos de luz sin abandonar la forma y utilizó colores cálidos, principalmente. Las alas están basadas en las del ave del paraíso y la piel bronceada de Ícaro denota su acercamiento próximo al sol antes de caer, mientras que los rayos del atardecer en los acantilados distantes anuncian la fugacidad del tiempo. Moralizante, sentimental y sensual, El lamento de Ícaro, al final, se convirtió en una imagen bien compuesta del fracaso épico.
Esta pintura fue comprada de la exhibición de 1898 de la Real Academia a través del legado de Chantrey, cedido por Sir Francis Leggatt Chantrey R.A., un fondo público para la adquisición de arte moderno. Subsecuentemente, El lamento de Ícaro fue premiado con la medalla de oro en la Exposición Universal de 1900 que tuvo lugar en París.