En 1891, el rechazo de los valores urbanos europeos llevó a Gauguin a Tahití, donde esperaba encontrar una cultura virgen o incluso "primitiva". Sus obras de ese período están llenas de simbolismo cuasi religioso y una visión exótica de los habitantes de la Polinesia. En 1893, Gauguin quiso justificar su viaje exótico y regresó a París para organizar una exposición de sus obras. Sin embargo, esta exposición no recibió la respuesta entusiasta que había esperado. El artista no fue muy apreciado hasta después de su muerte en 1903.