Hoy es mi cumpleaños, por lo que comparto con vosotros una de mis pinturas favoritas. Es La Grande Odalisque de Jean-Auguste-Dominique Ingres, una obra de arte que atrajo criticismo cuando fue expuesta por primera vez. Han llamado especialmente la atención las proporciones deliberadamente alargadas de la figura (la odalisca tiene dos o tres vértebras de más) y la falta de realismo anatómico.
A primera vista este desnudo parece seguir la tradición de los grandes maestros venecianos, como la Venus de Urbino de Tiziano de 1538. Sin embargo, tras un examen más detallado queda patente que este no es un escenario clásico. En lugar de ello, Ingres ha creado un erotismo frío y distante acentuado por su exótico contexto. El abanico de plumas de pavo real, el turbante, las enormes perlas, la hookah (una pipa para hachís o tal vez opio) y, por supuesto, el título de la pintura, todo hace referencia a la concepción francesa de Oriente. ¡Pero cuidado! La palabra "Oriente" aquí no se refiere al Lejano Oriente tanto como a Oriente Próximo o incluso el norte de África. Desde el punto de vista del observador francés masculino del siglo 19, el tipo de persona para el que esta imagen fue creada, la odalisca habría despertado no solamente la idea de una esclava de un harén, un concepto erróneo en sí mismo, sino un conjunto de miedos y deseos relacionados con la larga historia de agresiones entre la Europa cristiana y el Asia musulmana. Precisamente por esa distancia percibida la sexualidad de porcelana del sujeto se convertía en algo aceptable, incluso en la cada vez más pudorosa cultura francesa.