El pintor húngrao Szinyei estaba profundamente intrigado por las innovaciones técnicas – durante sus años académicos intentó construir un avión. Cuando su cuñado le invitó a un paseo en globo aerostático, inmediatamente se sintió emocionado con la idea. Se habría unido con mucho gusto, pues un hombre volando en el aire no tiene que interesarse por los insignificantes asuntos de la gente frenéticamente yendo de un lado a otro en el suelo.
La aeronave, imponiéndose sobre la gravedad, se convirtió en un símbolo que respresentaba la libertad del pensamiento y de la creatividad humanos. 1887 fue un año difícil para el artista, y sus problemas culminaron en un divorcio. Durante los próximos años, se concentró en criar a su hijo Félix, que se había quedado con él. Cuando Félix abandonó su hogar, sus amigos hicieron campaña para que él volviese a pintar. Durante el resto de su vida pintó incesantemente, aunque siguió siendo muy autocrítico y produjo menos pinturas al año que antes.