Rodeado de grises paredes de agua, el héroe, con su rostro tapado por una bufanda azotada por el viento, abraza a la damisela inconsciente. El terror, la maravilla, la valentía y la esperanza están aquí, pero lo que hace que La línea de vida de Winslow Homer sea una verdadera obra maestra es la hipnotizante sensualidad de esas dos figuras entrelazadas, suspendidas sobre el mar despiadado. La línea de vida fue una sensación inmediata cuando se mostró por primera vez en Nueva York, en 1884, en parte porque la pintura ilustró los pantalones salvavidas, (una especie de pantalones-tirolina inventada una generación antes, con la que un salvavidas podría transportar a un náufrago sobreviviente a la orilla). El espectacular rescate de un barco que se derrumbó aquí fue posible gracias a una reciente innovación en tecnología para salvar vidas, los pantalones salvavidas. Asegurado firmemente al barco y a la costa, el dispositivo permitía la transferencia de pasajeros varados a la seguridad mediante una polea que era transportada por las tripulaciones en cada extremo. Recortada a lo esencial, la composición de Homer nos empuja en medio de la acción con enormes olas que pasan rodando, empapando a la mujer semiconsciente y su anónimo salvador. Inevitablemente nos preguntamos: ¿Aguantará el cable?