Goethe partió hacia Italia en septiembre de 1786. Viajó con un nombre falso para evitar que lo reconocieran como el famoso autor de Werther. En Roma mantuvo su pseudónimo, incluso con aquellos que conocían su verdadera identidad. Se alojó con Johann Heinrich Wilhelm Tischbein, el pintor de esta obra, a quien solo conocía por cartas. Los dos juntos vivieron distintas aventuras y realizaron algunas excursiones, entre ellas, una expedición a las “tumbas destruidas a lo largo de la Vía Apia” (Goethe). Las impresiones de esa experiencia conjunta se reflejan en este famoso retrato de cuerpo entero del escritor, pintado poco después. En esta obra, Tischbein representa al “gran Goethe”, después de todo: un hombre entre épocas, entre la antigüedad y el presente.
La coleccionista privada Adèle von Rothschild donó la pintura donada al museo Städel en 1887, un momento en que el culto a Goethe se encontraba en su punto más álgido. El nuevo Imperio Alemán buscaba iconos culturales significativos que pudieran dar forma a un pasado compartido: las figuras de Goethe y Schiller recibieron un reconocimiento a nivel nacional. El retrato de Tischbein se convirtió en un símbolo de la buena vida alemana, llena de conocimiento, arte y cultura.
Es una de las obras destacadas de la colección Städel y se considera un icono de la pintura nacional alemana. Jugó un papel indiscutible en la configuración de la imagen de Goethe como se entiende hoy en día, como la personificación del ideal humanístico clásico de Alemania.