El experto manejo del pincel, la sensibilidad para la composición y el color y la habilidad para captar las cualidades atmosféricas de la luz sitúan a Albert Bierstadt entre los pintores que mejor supieron plasmar el esplendor natural del Oeste americano. Esta vista del valle de Yosemite no es solo una obra maestra del paisaje americano sino también un documento sobre la historia de la expansión hacia el Oeste americano. Las grandes dimensiones de esta obra (de unos cinco pies de alto por ocho de ancho) sirven para transmitir la inmensa belleza salvaje de Yosemite y de ese modo, animar a los estadounidenses que vivían al este del río Misisipí a explorar e instalarse en la gran frontera.
Los épicos paisajes americanos de Bierstadt reflejaban una visión nacionalista de los Estados Unidos en el siglo XIX. En busca de nuevos temas, Bierstadt se unió a una expedición a través las Montañas Rocosas en 1859. Allí descubrió las majestuosas vistas que se convertirían en su tema más característico. Esta obra, completada durante el fin de la Guerra Civil, presenta una vista impresionante y llena de tranquilidad del Oeste americano. Este espectacular panorama natural sugería la posibilidad de un nuevo comienzo a aquellos que vivían en los estados del este devastados por la guerra. El artista no representó apenas ninguna figura animal o humana en la pintura, sugiriendo que este Edén prístino (sin tocar por la matanza y el sufrimiento de la Guerra Civil) estaba esperando a que lo descubrieran.
- Clinton