La cegada figura se precipita hacia el espectador con una potencia que amenaza con quebrantar el cuadro. El terror de Sansón es representado en su heróica desnudez, su amargado rostro manchado de sangre, y en sus manos que pueden romper la piedra. Desde la Edad Media, la imaginación de los artistas había sido prendida en llamas por la noción del “Elegido de Dios” que se elevaba poderosamente por encima de otros humanos: como una prefiguración de Cristo, como la contrapartida de Heracles, y como una imagen de la tragedia del héroe que paga por su lujuria no domesticada con su visión. Sansón Ciego es la tercera y última ocasión en que Corinth trata el tema. Como una reacción al accidente cerebrovascular que amenazó la vida del artista en diciembre de 1911, se sale por completo de las fronteras tradicionales de su género y finalmente se sacude del hechizo del anterior ejemplo de Rembrandt. En esta visión del inminente acto de liberación, que destruirá tanto a Sansón como a sus enemigos, el cuadro de convierte en el drama de la vida y la muerte.


Sansón Ciego
óleo sobre lienzo •