Gustav Klimt, uno de los miembros más prominentes del movimiento de la Secesión de Viena nació este día en 1862.
Pero hoy vamos a hablar no solo sobre su nacimiento, sino también de la muerte en general. La muerte era un tema fascinante para muchos artistas; frecuentemente se imaginaba como una fuerza personificada, un esqueleto viviente que causaba la muerte de la víctima al irlo a buscar. A su vez, en algunas historias, la gente procuraba arraigarse a la vida esquivando la visita de la Muerte o evitándola con trucos o sobornos. Pero esta parte de la imaginación visual no va a ser parte de la pintura de hoy.
Esta pintura es diferente. Al lado de la Muerte (con un garrote), que mira fijamente a "la vida" con una sonrisa maliciosa, vemos surgir al humano, lo que transmite una impresión vibrante y esperanzadora. Los cuerpos desnudos se muestran apiñados y rodeados de una colorida abundancia de flores y adornos. En esta representación del interminable ciclo de la vida, cada grupo etario está representado, desde el bebé hasta la abuela. La Muerte puede sacar individuos de la vida, pero la vida en sí misma, la humanidad como un todo, siempre eludirá su zarpazo. En una audaz composición, la imagen representa una alegoría universal a través de la cual el artista vienés ejemplifica el ciclo de la vida humana. El ciclo de la vida se repite.
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