Caspar David Friedrich
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Hoy todos necesitamos ser como este monje. Tranquilo y sin ningún ser humano alrededor.
Friedrich trabajó durante dos años en este, en última instancia, su obra más famosa. La composición se divide horizontalmente en tierra, mar y cielo con una clara simplicidad que conmocionó a sus contemporáneos. Un monje está parado, con la cabeza descubierta, en la orilla. Las gaviotas circulan a su alrededor. La figura solitaria se enfrenta a la negrura plomiza del inconmensurable vasto mar. La banda gris de nubes sobre el agua da paso de una manera sorprendente al cielo azul a lo largo del borde superior de la imagen. Ninguna composición artística había sido tan intransigente como esta: el espacio principal de la imagen parece algún tipo de abismo; no hay límites, no hay nada a lo que aferrarse, solo una sensación de flotar entre la noche y el día, entre la desesperación y la esperanza. En 1810, Heinrich von Kleist expresó, como nadie más podría, la fascinación mágica de esta pintura: «Nada podría ser más sombrío ni más inquietante que ser colocado así en el mundo: el único signo de vida en la inmensidad del reino de la muerte, el centro solitario de un círculo solitario. Con sus dos o tres objetos misteriosos, la imagen parece de alguna manera apocalíptica, como los Pensamientos nocturnos de Young, y dado que su monotonía e ilimitación solo están contenidos en el marco mismo, la contemplación de esta imagen le da a uno la sensación de que sus párpados han sido cortados.»
Presentamos este éxito absoluto gracias a Staatliche Museen zu Berlin <3
P.D. ¡Aquí encontrarás seis sombras del espeluznante romanticismo de las pinturas de Caspar David Friedrich!