La pintura de las Tres Rocas (Pielgrzymy/Dreisteinee) nos ofrece un ejemplo de la relación aprehensiva de los románticos ante el paisaje inquietantemente vasto y desolado y su interés científico por las precisas reproducciones gráficas de las formaciones geológicas. En sus Nueve cartas sobre la pintura paisajística de 1831, Carus describe las Tres Rocas como un testimonio histórico de la historia de la geología, como los "últimos vestigios de los riscos primordiales", y en ellas ve un tipo de fisionomía geológica que invita a la interpretación. No obstante, en esta obra su mirada audaz y científica se traslada del concepto de historicidad al de la naturaleza. Carus compara las Tres Rocas con "torres en ruinas" y crea así una conexión con un tema romántico recurrente (en forma de ruinas de iglesias góticas) al que era tan aficionado Caspar David Friedrich; un tema que a Carus también le gustaba revisar. En esta obra permanece la noción de continuidad tan importante para Carus, especialmente relacionada con su concepto del erdlebenbildkunst (“arte de vida en la tierra”) de Carus.
Carus viajó a las Riesengebirge o Montañas de los Gigantes en agosto de 1820. Estaba siguiendo los pasos de Friedrich, quien había recorrido a pie la región varias veces, y donde había encontrado numerosos motivos para sus pinturas. Se puede seguir la pista de esta pintura de las Tres Rocas hasta unos dibujos de Carus fechados el 15 de agosto de 1820 (Kupferstich-Kabinett, Staatliche Kunstsammlungen Dresden, inv. no. C 1963-636). No obstante, para la pintura modificó la profundidad y la gradación del brillo, de manera que el primer plano oscuro compensara las rocas bien iluminadas y las tierras altas que retroceden hacia el azul en la lejanía.
Presentamos la obra maestra de hoy gracias a las Colecciones Estatales de Arte de Dresde (Staatliche Kunstsammlungen Dresden) <3
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