Entre 1907 y 1910, el mar y el mundo que lo rodea fueron la principal fuente de inspiración. Spilliaert observó el elemento natural, inmutable pero siempre en movimiento, durante caminatas solitarias, a menudo nocturnas. Incansablemente, permitió que el mar y la playa sufrieran transformaciones que reflejaban sus cambios de humor y conducían su propia vida interior. En El dique, Spilliaert introdujo una división estricta de la superficie en zonas sucesivas. De este modo conduce la mirada en diagonal hasta el fondo del horizonte y, siguiendo esa línea, hasta el infinito. La aportación de una cabaña de troncos como único signo de presencia humana y la escansión de ritmos visuales animan una composición a priori estática. Con la masa negra en primer plano terminando abruptamente en una esquina cortada, el mismo corte corresponde al final del dique. Los planos oscuros y claros armonizan, al igual que las líneas rectas y curvas. Estos convergen en un punto, mientras que a lo lejos el halo de luz de las balizas de fuego remite nuevamente a la presencia del hombre. Spilliaert ha tratado más de una vez el tema del dique en confrontación directa con el mar. Esta versión sorprende por su formato inusual: la obra es casi el doble de grande que las otras interpretaciones conocidas del tema.
Presentamos el trabajo de hoy gracias a los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica en Bruselas.
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P.D. Echa un vistazo a más obras maestras de los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica, ¡incluso si no estás planeando una visita a Bruselas! <3