Erma Bossi fue una artista italiana nacida en 1882. Prodigio desde muy joven, con el cambio de siglo fue enviada a la Academia de Arte para Mujeres de Múnich, donde pronto conoció a Gabriele Münter. En 1909, Bossi se unió a la Neue Künstlervereinigung München (NKVM, Nueva Asociación de Artistas de Múnich), recién creada, que mostraba la obra de sus miembros en la conocida Galería Thannhauser. Esta asociación de artistas tenía entre sus miembros a Kandinsky y Münter, Marianne von Werefkin, Franz Marc, Moissey Kogan, Karl Hofer, y otros—en definitiva, todos los expresionistas alemanes influyentes.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, Bossi se trasladó a París, estableciéndose finalmente en Milán en 1918. No perdió, sin embargo, el contacto con la vanguardia parisina, y expuso anualmente sus pinturas en el Salón de los Independientes y el Salón de Otoño. Bossi fue una de las pocas mujeres que participaron en la Bienal de Venecia, sus grandes formas simplificadas de colores alegres convertidas en ejemplos de vanguardia internacional.
Hoy presentamos una obra característica de su periodo expresionista, con sus brillantes y atrevidos colores, que muy bien se podrían confundir con obras de esa época de Kandinsky o Münter.
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