Entre las pocas pinturas que el artista polaco Aleksander Gierymski realmente admiraba en su propia obra, Judía con naranjas se destaca. A pesar de su habitual autocrítica, expresó una rara satisfacción con esta obra en una carta a su amigo, Prosper Dziekoński:
"La judía… puede haber sido mi mejor pintura—endiabladamente vívida y colorida. Quizás esté exagerando, pero si alguna vez vuelvo a la pintura seria, me centraré en figuras grandes y medianas—nada más de paisajes para mí."
La pintura cautiva con su impactante realismo. El rostro de la mujer, representado con un detalle conmovedor, transmite agotamiento, resignación y el peso de la pobreza. Gierymski rara vez pintaba retratos, lo que hace que Judía con naranjas sea una pieza única entre sus paisajes urbanos, donde las figuras a menudo desempeñaban un papel secundario. Su habilidad para capturar la emoción humana en bruto es especialmente conmovedora. En ese momento, él mismo enfrentaba dificultades económicas y se sentía incomprendido en su tierra natal. Los círculos artísticos de Varsovia lo criticaban por retratar la vida cotidiana en lugar de inspirarse en la historia.
La turbulenta historia de la pintura durante la guerra es igualmente notable. Adquirida por el Museo Nacional de Varsovia en 1928, fue escondida en un almacén del museo al estallar la Segunda Guerra Mundial. Durante el Levantamiento de Varsovia, el director del museo, Stanisław Lorentz, vio los cofres de almacenamiento que contenían la obra de arte, pero cuando regresó a la devastada ciudad en enero de 1945, la pintura había desaparecido, siendo una de las quinientas mil piezas maestras saqueadas de Polonia durante la guerra. Durante mucho tiempo se creyó perdida para siempre, pero Judía con naranjas reapareció inesperadamente en 2010 en una casa de subastas en Buxtehude, cerca de Hamburgo. Identificada a través de fotografías anteriores a la guerra de la colección del Museo Nacional, fue recuperada gracias a los esfuerzos del Ministerio de Cultura y Patrimonio Nacional de Polonia. Tras una extensa restauración, la pintura fue reinstalada en el Museo Nacional de Varsovia, donde sigue siendo una pieza central de la Galería de Arte del Siglo XIX.