Nacido en 1800, Piotr Michalowski perteneció a la primera generación de románticos polacos, marcada en su juventud por los tumultuosos acontecimientos de las guerras napoleónicas. Estas experiencias les brindaron un fugaz sabor de libertad e inculcaron una profunda admiración por Napoleón, quien simbolizaba la esperanza de una Polonia independiente. Con el tiempo, las campañas napoleónicas se convirtieron en un tema central en la obra de Michalowski, reflejando tanto su fascinación personal como el sentimiento nacional.
La pintura retrata a Napoleón montado en un inquieto caballo blanco, vestido con el uniforme verde de coronel de los Cazadores a Caballo. Un tricornio negro descansa sobre su cabeza, mientras su icónica capa gris se desliza sobre sus hombros. La obra refuerza la leyenda napoleónica, destacando la devoción que inspiraba entre sus soldados. Su mirada se dirige hacia abajo y a la izquierda, hacia el espacio donde, en otras versiones de la composición, los granaderos lo observan con admiración.
La paleta de Michalowski se compone de tonos apagados de ocres grisáceos y matices azulados fríos, con el blanco desempeñando un papel dominante pero sutilmente matizado. Delicados acentos de color dan vida a la composición, mientras la fusión de tonos y el juego de luces y sombras aportan dinamismo a la pintura.